viernes, 22 de enero de 2016

El Boulevard de la Cultura



Debo admitir que en la primaria leí muy poco. En secundaria tuve una maestra tan motivadora que a través de la narración de algunas obras me inspiraba a leer. Cuando tuve la oportunidad de enseñar en zona rural tuve una aleccionadora experiencia de leer en el campo, sorprenderme porque nadie leía y de inspirar a mis alumnos a leer y escribir tal como esa profesora lo hizo conmigo.

Los libros son un refugio para muchos y hasta un reflejo de nuestras emociones. Hay un poco de desazón por lo ocurrido con los libreros del Jirón Quilca en Lima quienes fueron desalojados. El Boulevard de la Cultura fue un lugar al que le tuve cariño porque siempre encontré material de lectura interesante y al alcance de mi bolsillo cuando era una universitaria. Es muy penoso la forma en cómo se dio todo, pero más que ese tema quisiera hablar de la lectura algo que todos debemos promover.

El Ministerio de Educación dentro del Plan Lector propone que el estudiante debe leer 12 libros al año. Hace rato sabemos que la educación en cuanto a la organización y estándares necesita mejorar aún más y que muchos de los maestros no tienen el soporte o “compromiso” para motivar al estudiante porque ellos tampoco leen, entonces un estudiante aprende siguiendo modelos tanto en su casa como en el colegio. Si en los lugares públicos hubieran sitios de lectura o se premiara con descuentos a quienes asisten a algún lugar solo por leer, estaríamos aportando mucho a incentivar este hermoso hábito que pocos tenemos cultivado.

Con ello me preguntaré: ¿Qué libros deben leer los estudiantes de primaria y secundaria? Además de los clásicos, que también son necesarios, no son las únicas alternativas dentro del plan lector. El Minedu, tiene una gama de libros atractivos en forma y fondo para el estudiante que muy pocos maestros recomiendan porque les cuesta romper el paradigma o porque no se han tomado la curiosidad de indagar y exigen que se lean una cantidad determinada de los de siempre. Si leer sigue siendo una imposición, los jóvenes verán esta actividad como un castigo y la odiarán de por vida. Mi consejo a los padres lean delante de sus hijos, los inspiren hasta el punto de crear con ellos un espacio de lectura donde lean en un determinado momento, y que los mismos niños decoren. Cuando uno se apropia del espacio y le da una función específica, ese lugar se convertirá en un templo.

Si cada uno se retara este primer mes del año a adquirir o reforzar el hábito de la lectura, mejorará notablemente el léxico, habría más historias y temas de los que se podría conversar. Si se propusiera que cada local tuviera un sector temático de lectura para todos los gustos,  revolucionaríamos como ciudad. Lamentablemente, las autoridades desde siempre se han encargado de mirar el cascarón y no la esencia como el talento y la motivación de las personas. Sí primero se invirtiera en la gente, la ciudad con el tiempo se convertiría en un ejemplo hasta para elegir –incluso-, correctamente a sus autoridades.


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