No es sorpresa que muchos “catedráticos” esperan un “sencillo” por lo bajo para aprobar a los estudiantes que sí se queman las pestañas en la etapa universitaria. Tampoco, es sorpresa que en alguno de los exámenes de ascenso, maestros pagaron por tener la evaluación y conseguir ese bono del buen desempeño docente dejando que sus estudiantes reflejen el pésimo resultado de su trabajo. Debemos entender que el mayor aprendizaje es la: deshonestidad y son pocos los profesionales que enseñan por vocación. Los jóvenes son parte de la corrupción por miedo a desaprobar el curso y evitarse problemas. Si ese nivel de negociación oscura existe en las aulas, y por lo tanto en autoridades mayores, ¿se podría decir que en este mundo no sobrevive (y surge) el más fuerte, sino el más corrupto?
El escándalo de corrupción en la
Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo es solo una pequeña demostración de lo
que se cocina en algunas universidades y
que nadie pretende (o se niega) investigar. Hace unos días regresó “por la puerta
grande” (y sin roche alguno), Agustín Ramos García, rector de esa institución.
¿Es posible tener la poca vergüenza de seguir en un cargo académico o
administrativo con denuncias tan graves como asociación ilícita para delinquir
y peculado? Tal vez el tiempo haga la verdadera justicia.
Lo más triste de este momento es
el divisionismo con grupos de trabajadores y estudiantes que apoyan al rector o
que están en contra. Este tema no es para un debate político o partidario, lo
que debe primar es la imagen de la universidad, esa institución que llegas a
querer por las amistades y por el aprendizaje que adquieres para tu futuro. Qué
importa si solo son cinco los profesionales honestos que queden, se tiene que limpiar la casa, ese lugar de
estudios, cuna de la intelectualidad de muchos y que está pidiendo a gritos
dejar de ser esa caverna infestada de ladrones y traficantes de títulos. Si
Pedro Ruiz Gallo viviera, seguro y se moriría por tanta vergüenza que embarra
su nombre. Algo se tiene que hacer, y es tiempo de pensar qué.
Los estudiantes de universidades
nacionales se han caracterizado por tener ese “feeling” por la justicia y
organizarse para apoyar en momentos donde se necesita una verdadera toma de
conciencia. Ahora que su institución es la protagonista con un bochornoso
escándalo ¿qué estarían dispuestos a hacer por revertir esa realidad? Esta es
una invitación para que los estudiantes se den cuenta que al pagar por una nota
o pelear por quien es más inocente, están cerrándole las puertas a esa
transparencia que debería caracterizarlos y es necesario que sepan que al
callar, ya son parte de una corrupción.
También es la oportunidad para que los profesionales que enseñan en sus
facultades sepan que la única guía que tendrán esos jóvenes son ellos, y que lo
que reflejen en sus actitudes puede opacar todo lo que tengan por conocimiento.
Pues, profesores de universidad pueden ser muchos, pero catedráticos con
capacidad de investigación, conocimientos pedagógicos y valores positivos que
irradien al estudiante, son muy pocos.