“E” fue trasladada por tercera vez a una nueva
escuela y esta vez sus padres le ofrecieron no cambiarla más. A ella le costaba
entablar conversación con los demás y por eso pasó varios recreos sola. Un día
de esos cuando ella decidió entrar al baño la abordaron cinco niñas. “Agarren a
la nueva”, dijo una. La rodearon, y de los cabellos la enviaron al centro del
círculo que se había formado alrededor suyo. Una le tiró
una bofetada, otra la empujó, otra la escupió, y al verla estallar en llanto,
otra amenazó con matarla si se les acercaba. “E” llegó llorando a casa y tras
la insistencia de su madre le contó lo ocurrido, se negó a ir a la escuela al
día siguiente, pero tuvo el valor de
enfrentar a las pequeñas “vándalas” que fueron sancionadas y que luego de
pedirle disculpas nunca más volvieron a atacarla. ¿Este caso fue un indicio de
bullyng? Sí. ¿Cuántos niños vivieron en
silencio un acoso similar durante todo el año escolar?
Una estadística lanzó que
diariamente 30 niños son acosados en las escuelas en nuestro país. ¿Las razones?
Por su aspecto físico, comportamiento o aparente debilidad física. En Chiclayo,
el caso de los estudiantes del colegio Algarrobos que introdujeron una
zanahoria en el ano de un compañero durante una fiesta y encima lo filmaron y
compartieron con el resto de compañeros, fue una muestra de acoso y de alerta
para darnos cuenta qué clase de personas estamos formando. No sabemos qué llevo
a los estudiantes a realizar tal crueldad y humillación. Se dijo que en esta
fiesta se les permitió beber alcohol y ni las autoridades del colegio, ni los
estudiantes o familiares de estos, han querido enfrentar como corresponde las
explicaciones ante las autoridades judiciales.
Al tratarse de un colegio de
prestigio económico, no sorprendería que el silencio de este caso se haya
conservado para no afectar la imagen de familias “importantes”. Pero recordemos
que cuando se trata de atentados contra niños y jóvenes, nada importa más que
su bienestar. Muchos de los suicidios en jóvenes se han originado producto del
acoso escolar. Y quienes han salido airosos de estas situaciones, han tenido
que superar inseguridades posteriores y trabajar mucho su autoestima.
Lamentablemente, siempre se tiene
que esperar que hayan heridos para tomar acciones pertinentes. El maltrato
también puede ser psicológico. Muchos niños, al actuar verbalmente, esconden
resentimiento o traumas que no han curado. Como padre el rol principal es
preguntar cómo le fue en la escuela, cómo se siente, qué no le gusta. Y como
maestro, el de diagnosticar a cada estudiante, saber qué le gusta, qué valora,
qué le enoja o frustra, y cómo reacciona. Eso permitirá tener un diagnóstico
personal de cada uno y a la mínima señal de ataque en aula hablar con él,
trabajar su autoestima y dialogar con los padres. ¿Queremos una sociedad sana?
No perdamos de vista los problemas en el salón de clases. Colaboremos a que el
acoso disminuya, tengamos niños y jóvenes tranquilos y felices.
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