Tener una educación de calidad
depende de muchos factores: reformas, presupuesto, curricula, pero muy en
especial por la vocación de quienes imparten diariamente las enseñanzas que los
estudiantes (sean grandes o pequeños) aplicarán en su vida. Sin vocación la
persona no marcará la diferencia ni tomará en serio lo que tantos años ha
estudiado. Sin vocación la teoría no servirá de nada en la práctica y hasta los
modelos educativos más ejemplares del mundo no lograrían un mejor resultado. Sin
vocación no podremos inspirar al resto.
En esta ruta que hemos iniciado
visitamos dos instituciones tan distintas y tan inspiradoras al mismo tiempo, con
directores que tienen eso que mencionamos líneas anteriores y que convencen de
que lo que en realidad se requiere con urgencia: profesionales comprometidos
con el propósito e innovadores. La importancia de las buenas prácticas será la
clave para tener colegios y estudiantes que irradien empatía, liderazgo y
habilidades para mejorar su vida, las de su familia y comunidad.
La primera institución que
visitamos fue San Carlos de Monsefú y su director David Ayasta quien comentó lo
retador que fue asumir el año anterior el cargo máximo en esta institución de
más de 50 años de trayectoria. Como parte de su trabajo para conciliar con
padres de familias, docentes y estudiantes, iniciaron la “minga escolar”, unas
jornadas de trabajo que los padres de familia realizan en los ambientes de la
institución, y donde se seleccionan a los estudiantes con ciertas dificultades
de aprendizaje o desenvolvimiento para que reciban a los padres, conversen con
ellos, y sustenten el trabajo realizado con sus compañeros en la formación de
los lunes. Una estrategia innovadora y digna de imitar si tomamos en cuenta que
el énfasis que tienen en la mejora de sus estudiantes no es sólo la académica
sino la actitudinal.
Del mismo modo, visitamos la institución educativa particular San Pedro de Túcume, una escuela parroquial fundada para brindar oportunidades a
estudiantes de menores recursos del distrito y que actualmente es dirigida por
la profesora Martha Lozada. Los estudiantes reciben facilidades de pago y
buscan que los padres estén involucrados en el aprendizaje de sus hijos. A la
vez, promueven que sus estudiantes entrevisten cada cierto tiempo a
profesionales para que les cuente su experiencia y cómo contribuyen a la región
con la profesión que eligieron, pues así
desarrollan habilidades comunicativas y ese sentido humano que todos
necesitamos de jóvenes al momento de elegir el rumbo profesional de nuestra
vida.
¿Cómo animamos a los estudiantes
a ser mejores? ¿Cómo le damos ese sentido a su vida desde nuestra experiencia?
¿Cómo nos auto motivamos para dar lo mejor de nosotros en cada paso de nuestra
vida? Estos dos directores están seguros que si maestros y padres de familia dan
ejemplo de unión y trabajo conjunto, los estudiantes imitarán y harán el efecto
multiplicador en cada comunidad. Ambos apuntan a que sus egresados sean jóvenes
sensibilizados con su entorno y preocupados en hacer de su distrito un lugar
mejor. Estoy segura que con perseverancia y un seguimiento constante podrán
lograrlo.
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